Ir de vacaciones a una isla del Caribe colombiano es uno de los mejores planes para los turistas nacionales e internacionales. Pero, alguna vez se ha preguntado ¿Cómo llega la energía hasta estos lugares? Una isla es el ejemplo más sencillo para explicar qué es una zona no interconectada. Por su condición geográfica se hace muy complicado la llegada del Sistema Interconectado Nacional hasta estos territorios.

En esta oportunidad nos vamos a adentrar en las historias de las islas que hacen parte de la mítica Cartagena. Comenzamos con Santa Cruz del Islote, reconocida por algún tiempo como la “isla más densamente poblada del mundo” y donde desde el año 2015 las acompañan unos paneles solares que les transformaron la vida de sus habitantes.

A este pueblo pescador, fundado por los cimarrones de Barú hace cerca de 300 años, desde hace siete lo ha determinado la energía del sol. “Significa mucho para nosotros”, sentencia Rocío Barrios, nativa de la isla y líder de la Cooperativa Isfrocoop que administra el servicio de energía. “Los pescadores vieron que se podía vivir y fueron trayendo sus mujeres poco a poco, antes usábamos mechoneras (latas con trapos), después teníamos una planta diésel que nos daba luz de seis de la tarde a once de la noche y luego los paneles solares que trajo el Instituto de Planeación y Promoción de Soluciones Energéticas para las Zonas No Interconectadas, IPSE, lo que nos cambió cien por ciento la vida”.

La energía del sol hizo que las cuatro tiendas y las 540 personas que viven en Santa Cruz del Islote, ubicado geográficamente más cerca de Sucre que de Cartagena, pero que administrativamente pertenece a la ciudad amurallada, tuvieran otras posibilidades, al tiempo que hizo que la isla pasara de ser netamente pescadora a compartir su actividad con el recibir visitantes de uno y otro lugar, dejando así la actividad económica en un 60% de turismo y un 40% de la pesca.

Una historia parecida comparte María Sotomayor, dueña de un hostal en Isla Múcura, otra isla paradisíaca de Cartagena que ahora es beneficiaria de la energía del sol. “Como tantos turistas nos vienen a visitar necesitamos la luz para los ventiladores y para alumbrarnos porque antes era con velas o mechoncitos. Ahora los turistas se van contentos porque a pesar de que es un lugar pequeño les brindamos calor de hogar con la comodidad de la energía”.

“Cuando teníamos la luz cuatro horas usábamos mucho el hielo, entonces teníamos que comprarlo en Tolú, ahora todos tienen sus neveras y eso hace todo más fácil”, agrega Rocío, de 57 años, madre de cuatro hijos y abuela de un nieto. “Lo que más me ha gustado es que los pelados pueden disfrutar más de la televisión porque antes el adulto se apoderaba de la noticia y del fútbol, pero ya no”, concluye la líder comunitaria.

Cadena de conexiones

Dayana Medrano tiene casi la mitad de la vida de Rocío y vive más cerca de la Ciudad Amurallada, en Islas del Rosario. A sus 25 años, esta joven abogada lidera el Consejo Comunitario de Comunidades Negras de Islas del Rosario – Orika.

Particularmente con Rocío Barrios a veces habla por teléfono y otras cuantas la visita en el Islote, en un viaje que le implica cuatro horas en lancha. “Entre las comunidades tenemos hermandad con los demás consejos”, cuenta Dayana al tiempo que explica animada todos los trámites que han surgido para acceder a ese servicio básico del que ya disfrutan más plenamente en la isla vecina.

En febrero de este año, Dayana consiguió una reunión con el director del IPSE, José David Insuasti, además de dos compromisos de su parte: el primero es un acompañamiento a la comunidad para formalizar la empresa de servicios públicos que actualmente se encuentra operando; el segundo es analizar las alternativas de generación para de esta manera poder estructurar un proyecto que permita ampliar la cobertura en el lugar.

Esto luego de pasar por varias etapas. “Antes existía un negocio comunitario de plantas diésel que le daba energía a cada vivienda y cobraba dependiendo del electrodoméstico que tuviera. Unos pagaban 6 mil pesos, otros 10 mil o 15 mil diarios. El negocio era de un nativo que estudió contaduría, pero el mantenimiento de esa luz es costoso y con lo de la pandemia todo se puso peor”, cuenta Dayana quien además dice que entre las alternativas que han adoptado estuvo la de un generador que les donó el Club de Playa Bora Bora.

“Hemos tenido muchas reuniones, pedimos el cable submarino y nos pusieron obstáculos, pero en ese mismo encuentro nos hablaron del IPSE, tuvimos el primer acercamiento con la empresa contratista y finalmente este año la visita del Instituto, con la posibilidad de los paneles solares”, dice Dayana al tiempo que le agradece a “la gracia de Dios” la rapidez del proceso. “Nos sorprendió porque sabemos que esas solicitudes se demoran muchísimo, uno entiende cómo funciona la administración, pero guardábamos confianza en Dios de que nos respondieran y lo hicieron en un breve tiempo”.

“Nos hemos comprometido con la comunidad para, luego de una evaluación, desarrollar estrategias que les permitan tener mejores condiciones respecto a su servicio energético, que además impulse la reactivación económica de sus habitantes”, indicó el director Insuasti en la visita de febrero de este año.

“Vamos a trabajar en la conformación de una cooperativa para que nosotros mismos seamos los administradores. Nuestra meta es poder bajar el costo final a la comunidad y mejorar el servicio. También estamos viendo la posibilidad de arreglar el generador”, dice Dayana . La comunidad de Orika continúa organizándose para que la próxima visita del IPSE sea tan efectiva como la primera. Saben que es un tema de paso a paso, pero aplauden que se haya dado ya el primero. Confían en que, tal como sucedió con el Islote e Isla Múcura, sus condiciones mejoren y también la posibilidad de fortalecer el turismo.

Galería fotográfica

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.