En el Cabo de la Vela ya perdieron la cuenta de los años que llevan esperando la llegada de la luz, pero tienen la esperanza de que después de dos intentos de proyectos de energía, con el IPSE la tercera será la vencida.

En eso que la geografía denomina como un accidente costero, y que es la parte más septentrional de Colombia, vive el pueblo wayúu, que llama a esa puntica, que es su hogar, Jepirra.

 Allí, las casas son rancherías y el turismo ha venido llegando desde hace unos años para disfrutar del paraíso en medio del desierto y que se llevan un pedazo de este territorio en las mochilas que las mujeres del lugar tejen, en las que plasman con las kanas, la máxima expresión del tejido de este pueblo.

El mar también está presente en sus días, con una gama de verdes y azules, también presentes en sus artesanías. ‘Mar Azul’, le da el nombre al proyecto de vida de Mercedes Ortíz, una mujer de Soledad, Atlántico, que llegó hace 17 años a este accidente costero que hizo su casa.

En ‘Mar Azul’ las flores y los canarios les dan la bienvenida a los turistas, que admiran y escuchan complacidos los colores y cantos que llenan el lugar. “Mi casa es naturaleza, tranquilidad y paz, así lo sienten los que me visitan”, dice Mercedes.

Lo que a veces interrumpe el sosiego del sitio es la planta que debe usar para contar con energía algunas horas del día. Lo que va a cambiar en breve gracias a un proyecto del IPSE que pone en funcionamiento la línea de interconexión eléctrica entre las comunidades de Puerto Bolívar y Cabo de la Vela. Son 18 kilómetros en los que medio millar de familias colombianas podrán conectarse a la energía eléctrica.

“En este momento el Cabo de la Vela no tiene luz. Yo no tengo privacidad en mi casa porque no me puedo encerrar a dormir con calor, a pesar de que hay mucha brisa en el Cabo, sería fatal, nos enfermaríamos. Dormimos afuera, en enramadas, para que nos pegue la brisa. Cuando llegue la luz voy a tener ventilador en mi cuarto, voy a darme el lujo del aire, no voy a pagar esos excesos de dinero que pagaba en combustible. Qué rico, voy a tener mi privacidad, sabroso, delicioso, ya no voy a dormir como los animalitos afuera”, apunta Mercedes al tiempo que explica que si se le daña una planta debe pagar mucho dinero trayendo técnicos desde la ciudad.

Pero la electricidad que está a punto de iluminar al Cabo, que proviene de una  subestación del Cerrejón y se genera de manera limpia con el viento, no solo va a ayudar a que Mercedes tenga privacidad, sino que va a hacer que sus invitados, además de disfrutar de la tranquilidad, los colores y los pájaros, puedan almacenar pescado, carne y pollo gracias a la posibilidad de refrigerar los alimentos que también viene con este servicio.

“La llegada de la luz a Cabo de la Vela sería el milagro más grande que Dios nos puede dar a nosotros. Va a ser demasiado beneficioso, podemos comprar electrodomésticos, comprar una neverita, ofrecerle al turista la comida que ellos quieran fresca, pero antes no se puede hacer eso por el costo del hielo que encarece tanto el plato crudo como el servido. Para mí en lo personal, sería una bendición”, dice Mercedes. “La proyección de ‘Mara Azul´ cuando llegue la luz es la ampliación, bajar tarifas de hospedaje, bienestar para mis visitantes. Muchas cosas lindas, la llegada de la luz va a ser lo más grande, se me erizan hasta los pelos”, concluye en medio de una carcajada.

Y más allá de los beneficios para esta dueña del hotel y toda la comunidad wayúu que habita este territorio, también está el hecho de que el desarrollo del proyecto involucró a la gente del lugar y eso también les llevó bienestar y calidad de vida.

Darío Pushaine Josayó es uno de los trabajadores wayúu, afirma que se siente orgulloso de la llegada del IPSE a su tierra. “Me siento orgulloso porque esto es para toda la comunidad. Estamos felices porque vamos a tomar frío el jugo y a conservar el pescado. Aprendí con esta llegada de la luz qué es el trabajo con ella y me siento bien porque puse mis hijos a estudiar y he ganado platica. Este proyecto me ayudó bastante”.

Para Conchita Ospina, nativa del lugar, la energía pone sobre la mesa la posibilidad de tejer las kanas en la noche, además de conservar la carne, el pescado y el pollo.  “Para la zona turística es importante la luz porque tendríamos un enfriador para refrigerar. La luz sirve para alargar un poco el día, podemos tejer durante la noche, no para hacer desorden y armar la gritería, sino utilizar lo bueno de la tecnología, cómo transformaría la vida del wayú, que no perdamos la cultura, para la zona turística sería un potencial para nosotros”.

La llegada de la energía eléctrica al accidente costero más hermoso de Colombia ya será una realidad. Ya no habrá más espera para los colombianos que habitan el Jepirra.

“La abuela de mi esposo murió esperando esto. Decía, ahora sí van a colocar la luz, y colocaron postes de madera, de piedra, de fibra, de todo tipo de material colocaron postes, y cableados, y así como los colocaban se desvencijaban, se caían, tocaba arrancarlos. Yo todavía no me la creo. El día que haya corriente en esos cables hacemos fiesta”, dice Mercedes en medio de una risotada y concluye: “Si IPSE hace eso, bendito sea IPSE”.

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